lunes, 1 de septiembre de 2008

Jacuzzi - Tel-Aviv Jul'08

Fumadita en la playa de Tel-Aviv La choza de Herodes en Massada

El Manu y yo mirando de espaldas
He aquí una anecdota, verídica donde las haya y que resume la historia de un pueblo, la caridad humana y los avances tecnológicos desde el palo oxidado hasta nuestros días.
Jacuzzi (Tel Aviv, Julio 2008)
En un jacuzzi amplio, sin llegar a ser ostentoso, hay sitio de sobra para dos personas. Claro que todo depende de quién haya entrado primero y de los remilgos del segundo. En aquel caso yo fui el primero, y el segundo se dejó los remilgos en el rancho, entre la botella de Dr. Pepper y el pegote de tabaco de mascar.
- Hay sitio para dos en este Jacuzzi, joven?
- Como no caballero, aunque le rogaría que se quite el gorro si es que no es usted de Oklahoma.
- En ese caso me lo dejaré puesto. Kevin Patterson, mucho gusto.
- David Rívers, el gusto es totalmente suyo.
De Oklahoma, mayorista de comida kosher y con un All-American-old-style que me hizo dudar en un primer momento si todos cabríamos allí dentro. Pero cupimos.
- Y qué le trae por aquí, señor Patterson?
- El jacuzzi es el mejor lugar para aliviar mis gases sin espantar a las reses, ho-ho-ho-ho!!
Ese chiste funcionaba en Tulsa y también a las afueras de Lawton, lo se de buena tinta. En Tel-aviv simplemente atrajo a cuatro tipos en bermudas que se apostaron en las cuatro esquinas de la habitación.
- No, en serio, joven, soy comerciante. Alimentación kosher. En este sector, Israel es la tierra prometida, ho-ho-ho-ho!!!!
Dos chistes seguidos. Suficiente para sumergirme en el jacuzzi durante un par de minutos y recomponer mis ideas. El primer chiste me hizo pensármelo dos veces, y finalmente mantuve la compostura.
- Y dice usted que hace juegos malabares con rabinos?
- Oiga caballerete, que yo no he dicho nada de eso! Acláreme ahora mismo cómo lo ha adivinado.
- Tiene restos de trenzas entre las uñas de los pies, joven. No quiero presumir de dotes detectivescas.
- Por qué me llama “joven” una y otra vez cuando, a simple vista tengo 30 o 40 años más que usted?
- Es parte de mi papel, joven. Si no lo hiciese, esta anécdota sería del todo insulsa.
- En ese caso puede continuar señor Patterson. Le importa que le llame Jennifer?
- En absoluto.
A partir de ese momento, y una vez distribuidos los roles, el ambiente entre Jennifer y yo fue mucho más distendido. Uno de los hombres en bermudas hizo incluso el amago de unirse a nosotros en el jacuzzi, pero un gesto de uno de sus compañeros, imitando a Jerry Lewis en “El profesor chiflado”, le retuvo firme en su esquina. Hay que decir en su favor que era la esquina más limpia de las cuatro.
El resto de la conversación fue hasta cierto punto intrascendente. Jennifer era un erudito en todo lo relativo a la alimentación según la Torá, pero en otros temas de cultura general como los amplificadores dopados de Erbio o la tectónica de placas en eras pre-mesozóicas, estaba totalmente pez. Cundió el aburrimiento en un par de minutos.
- Qué te parece, Jennifer, si trasladamos nuestra chispeante conversación a la terraza. Dicen que la puesta de sol reconforta al tiempo que alivia el tracto intestinal.
Al grito de “Y una mierdaaaaaaaaaa ... gagggaggg ..... glubaaaababbaaa ....glub ...glub ...glub" desapareció bajo el agua y me quedé a solas con mis pensamientos. Decidí disfrutar de la puesta de sol yo solo. Liberé mis últimos gases y salí del jacuzzi resbalando sobre mi vientre.
Mientras me deslizaba por el suelo del Spa, todo iba bien. El elevado índice de humedad junto con el efecto ventosa de mis poros abiertos al máximo favorecían el deslizamiento pegado al suelo, sin peligro por salir despedido contra el falso techo. El hombre de las bermudas que se afanaba en mantener su esquina reluciente había derramado un bote enterito de cera Alextein, por lo que la velocidad que alcanzaba crecía por momentos.
Un sonoro estruendo me delató tras sobrepasar la barrera sónica. Cerré de un portazo al abandonar la habitación para disimular, pero aún así, el recepcionista no puso buena cara. En tierra santa este tipo de juegos no son bien recibidos. Para su regocijo mi travesía no tardó en finalizar ya que la baja temperatura producida por el aire acondicionado del hotel congeló todos mis fluidos y paré en seco en un par de metros. Mis globos oculares salieron despedidos por la inercia y no fue poco el esfuerzo realizado para volver a encontrarlos, a tientas, en una copa de Martini.
Superado el primer escozor producido por el alcohol, pude contemplar el esperado atardecer. El sol se ponía por el lugar previsto y nadie parecía presumir por ello. En los hoteles polacos se jactan de devolverte un 10% del precio de la habitación cada noche si esto no se produjese. Hasta el momento, nunca he podido disfrutar del descuento, y soporto estoicamente las risitas del director.
Hasta el momento todo marchaba a la perfección. El resto de objetivos del viaje como desfibrilar el Mar Muerto y comparar la altura de los altos del Golam con la de los altos de la NBA, no serían tan sencillos. Y había un tipo que me seguía a todas partes diciendo “A-ha!” cada vez que miraba mi reloj y comprobaba que era tarde para desayunar. Esto supondría un problema grave o cuanto menos un motivo de gresca.
En un momento de descuido por su parte decidí abordarle. Estaba agazapado en mitad del hall del hotel, con un foco alumbrándole en la penumbra y dos turistas señalándole con el dedo. A buen seguro no esperaba que le identificase en ese escenario.
- Discúlpeme – dije acariciándole el lóbulo de la oreja derecha. Se sobresaltó.
- Lo siento no hablo su idioma, pero si quiere algún tipo de información siempre puede recurrir al acceso gratuito a internet que no proporciona este hotel. Dicen que se pueden comprar interesantes catálogos usados de C&A en eBay.
- No crea que me puede engañar. Algo me dice que habla perfectamente mi idioma, es una corazonada. Además le llevo observando varias semanas; durante este viaje con mis propios ojos, y cuando estaba en casa a través de su webcam, y se que tiene algún tipo de interés en mi persona.
- Es simple curiosidad, puede estar tranquilo.
- A-ha!
Tomé el control de la situación. Probaba su propia medicina y no pudo evitar lloriquear y abrazarse a los turistas, que seguían señalándole, ahora con cierta sorna.
- Está bien, lo siento! Me ha descubierto! Está siendo usted vigilado por el gobierno de los Estados Unidos. Habíamos pensado mangonearle aprovechando que no es usted ciudadano americano y no puede defenderse alegando serlo, como en las películas.
- Pero hombre de Dios, no se ha dado cuenta que, en las películas, el primero que quiere evitarse un problema diciendo que es ciudadano americano, es el primero que palma? Sobre todo si hay terroristas libios pegando gritos.
- Hombre, razón no le falta. Aunque pensamos que eso se superó en los 90... snif!
- En fin, olvidemos este desgraciado incidente y vamos a compartir un último baño en el Jacuzzi. Le importa que le llame Jennifer?
- En absoluto. Es usted un buen tipo.
- Que Dios nos bendiga.... a todos.

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