miércoles, 17 de septiembre de 2008

Infinito entre dos

(Continúa de "Infinito entre uno")


Al llegar a casa, entre los billetes de cinco euros, el recibo de la compra y la correspondencia comercial que saqué del buzón, el papel se dejaba entrever. No lo había olvidado en ningún momento, solo intentaba ignorarlo hasta poder dejar las bolsas que me cortaban la circulación entre la primera y segunda falangetas. Estoy seguro de que el papel hizo lo que pudo por llamar mi atención.

Era como el antiguo mapa del tesoro. Los bordes medio quemados, muchos pliegues, como el abanico de la abuela, y con unos trazos firmes en los que se identificaba perfectamente una línea de costa, un barco velero indicando cuál de los dos lados era el del mar y un símbolo de infinito en un punto. Justo al lado de este punto había otro, en este caso flanqueado por un nombre: “Cansado”. Con un pedacito de papel adhesivo lo pegué en la esquina inferior derecha del monitor de mi ordenador, y ahí pasó mucho tiempo. Sobrevivió a varias mudanzas, incluso a varios ordenadores, y convivió con mi curiosidad y con mi obsesión.

Cierto día, jugando al basket con amigos, unos tipos del barrio me metieron en un lío. Fue una situación tensa que acabó con mi labio roto y mi orgullo en coma. Lo segundo no tenía tratamiento, pero lo primero me llevó a la farmacia antes de volver a casa. Mientras hacía cola pude oír la conversación del cliente que estaba siendo atendido:

- ¿Está segura de que no necesito vacuna para la Malaria? Preferiría estar seguro. ¿Está usted segura? ¿Segura? ¿Me oye? Está s...

- Para estar en el país durante un tiempo inferior a 15 días no es necesario. Puede comprobarlo en la web del Ministerio de Asuntos Exteriores.
- No se, no se. Un amigo estuvo en Senegal y se la tuvo que poner. Está bastante cerca, ¿no? Está cerca. Bastante cerca diría yo, ¿eh? ¿No?
- Senegal está al sur y allí el clima es más húmedo. ¿A qué ciudad va?
- A Nouadhibou, bueno, a un pueblo cercano un poco más al norte. A Cansado.

(Comorl??!)


Iba a necesitar algo más que un desinfectante y un anti-inflamatorio. Un poco de tila para soportar a aquel tipo y puede que algo para el corazón. ¿Cansado? No podía ser un pueblo. Un estado físico si, o como mucho un humorista de culto, pero no un pueblo. Si no caí fulminado al suelo fue gracias al expositor de cremas solares. No pude por menos que preguntar.


- Disculpe, ¿ha dicho que va a un lugar llamado Cansado?

- Si, eso he dicho – contestó el cliente, visiblemente molesto por la interrupción.
- ¿Y podría decirme dónde está ese pueblo?
- En Mauritania. Y si no le importa tengo algo de prisa, quisiera terminar con esta señorita cuanto antes. ¿Eh? ¿Le importa? Diga, ¿le importa a caso?

La señorita tenía cara de que si no terminaba con ella, era ella la que iba a terminar con él. Un cliente bastante impertinente (además de bajito y saltarín), pero cierto es que si en otro momento su comentario habría inflamado mis testículos casi tanto como mi labio, aquella vez hice de mi capa un sayo y salí de la farmacia sin mediar palabra y con la mirada perdida.


Me detuve en la puerta de la farmacia y, ya en la calle, recuperé el resuello y la consciencia. Volví a casa tan rápido como pude.


No perdí mucho tiempo mirando mi herida en el espejo ni lamentándome por la hinchazón y sus consecuencias en mi ya de por si deteriorado aspecto. Normalmente habría invertido un par de horas en esto, incluyendo el tiempo dedicado a lamentos y juramentos. Corrí hacia el ordenador y arranqué el papel del monitor. “Cansado” y a unos centímetros de esa palabra, que dada la escala podrían ser kilómetros, el infinito. Yo hice mi trabajo y Google Maps hizo el suyo. Mauritania, capital Nuakchott. Unos cuatrocientos kilómetros más al norte, Nouadhibou, y a pocos kilómetros de allí, Cansado, en la frontera con el Sahara occidental. La silueta del continente africano coincidía con mi mapa. Tenía que ir allí o lo lamentaría el resto de mi vida. ¿O lo lamentaría por no haberlo lamentado? No quise responder a la pregunta sin haber minipuntos en juego. Une semaine après j’avait tour préparé. Y era cierto; no necesitaba la vacuna de la malaria. Me conmovió pensar que el enano saltarían estaría retorciéndose de dolor por el pinchazo en su pequeña seta.


(y ya sigo otro día si eso…)

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